La vida del inmigrante es una montaña rusa de emociones pero hay sentimientos que aflorande vez en cuando. Este sentimiento se hace presente al recordar a los padres, parientes o amigos que dejaron atrás.  Existen muchos calificativos para denominar ese sentimiento que los embarga y que de cuando en cuando -en unos con más frecuencia que en otros- aparece tambaleando los cimientos del inmigrante. 

Para sobrellevarla te damos 3 recomendaciones:

Faltan los amigos del país de origen, pero hay una cantidad infinita de nuevos amigos por hacer. Quizás los padres y hermanos no están cerca, pero hay una inmensa familia que escoger: aquellos amigos especiales que poco a poco se van haciendo tan cercanos que terminan siendo como hermanos. Hay sabores que descubrir, e incluso que inventar. Hay platos de nuestros países que es necesario recrear, a veces con nuevos ingredientes, para que nuestros hijos tengan la oportunidad de combinar su memoria culinaria, con la  de sus antepasados. Hay que enseñarles a cocinar esos platillos, para que a su vez, sus hijos puedan seguir el hilo y la tradición familiar. 

1.- Acéptala y entiéndela como parte del proceso. Abraza lo nuevo para dar paso a la plenitud de una vida llena de posibilidades. Esas que saliste a buscar cuando decidiste migrar.

2.- Ve el medio vaso lleno en vez del medio vaso vacío. Es una expresion popular que te permitirá contar las bendiciones y no las carencias. 

3.- Utiliza tu creatividad para incorporar nuevas costumbres en tu vida o núcleo familiar que puedan sumarse a las tradiciones de tu lugar de nacimiento o país de origen. “Al lugar que fueres haz lo que vieres”.